"La dificultad no debe ser un motivo para desistir sino un estímulo para continuar"

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Exceso de confianza

EXCESO DE CONFIANZA. Jorge Muñoz Gallardo. El general Crispín Argenzola de la Cañada y Vallealto, medía, con las botas puestas y el casco brillando sobre su cabeza rapada, un metro y cincuenta y siete centímetros, y pesaba cuarenta y dos kilos. Pero, su voz podía romper los cristales de un ventanal, y quienes debían obedecerle temblaban igual que una hoja azotada por la tempestad cuando él les daba una orden. Es que el general Crispín de la Cañada y el Vallealto poseía esa fuerza interior que se irradia hacia el exterior como un relámpago, esa fuerza interior que sólo unos pocos elegidos de los dioses pueden exhibir, esa misma fuerza que permitió al infatigable corzo, que tuvo a toda Europa en el puño, decir: “Usted es más alto, pero yo soy más grande”. Y fue precisamente esa frase la que causó la desgracia del general. El suceso ocurrió una soleada mañana de septiembre, cuando el general Crispín Argenzola de la Cañada y Vallealto cruzaba el jardín para ir a las caballerizas en busca de Napoleón, su caballo favorito. En el camino se encontró con el nuevo jardinero, un bruto alto y fornido como un cíclope, con el cabello y la barba rojos como una llamarada, que se quedó parado frente al general, mirándolo con sus ojillos interrogantes y la pala colgando en su mano derecha. El general estaba de buen humor y jugaba con la fusta que llevaba en la diestra. Después de echar un rápido vistazo al gigantón, lo saludó y le indicó que se apartara. El sujeto permaneció inmóvil, igual que una piedra. El general repitió: “¡Hágase a un lado!” Y enseguida, con un fulgor homicida en la mirada, agregó, subiendo la voz: “¡Usted es más alto, pero yo soy más grande!” Ese fue el instante en que el cíclope levantó la pala y descargó un certero golpe en el cráneo del general que se desplomó muerto. Después se supo que el nuevo jardinero era sordo.

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